Mi cuerpo estaba sintiendo el oprobio en carne propia; ya baldo y trepidante por una severa droga propiciada por los doctores corruptos. Y de repente la puerta frontal se abrió con violencia. Eran los atosigadores con agujas punzantes abalanzándose sobre mí. Pronto todo se desvaneció y las voces de mis captores sólo eran ecos disueltos por los aires turbios de la habitación.
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Basada en una obra en almascondenadas-df.blogspot.com.
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